Un smartphone es probablemente uno de los regalos más deseados entre los menores a partir de los 10 años. Incluso antes. Los motivos que esgrimen para tenerlo varían desde que puedan relacionarse con sus compañeros de clase hasta tenerlos localizados o hacer las tareas del aula virtual. Pero, en muchas ocasiones, los padres acceden a dar este primer móvil presionados por otras familias que ya lo han hecho antes, una razón que los expertos desaconsejan tener en cuenta a la hora de tomar esa decisión porque implica una conexión a internet y unos riesgos. “El enfoque para dar o no un móvil no es centrarnos en la edad sino en el propósito que tiene darles esa tecnología y el nivel de madurez que vemos en nuestro hijo”, explica Cristina Gutiérrez, técnico de Ciberseguridad para Ciudadanos y Menores del Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE).

Antes de decidir dar ese primer teléfono a un menor hay que hacer un trabajo en familia: un estudio para valorar para qué se va a usar el móvil, durante cuánto tiempo, qué aplicaciones se van a descargar y qué redes sociales se van a tener. Y, una vez entregado, los padres deben realizar un seguimiento para evitar peligros. “Un proceso de aprendizaje que conlleva tiempo e implicación por parte de los padres porque el cerebro adolescente no está preparado para entender ciertos riegos todavía”, asegura Sara Desirée Ruiz, educadora social especializada en adolescencia y autora del libro El día que mi hija me llamó zorra (editorial Almuzara).

Según un estudio del Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad, dependiente de la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, siete de cada diez menores entre 10 y 15 años disponían de teléfono móvil en 2021. Y, de estos, el 98% usa internet. Desde ese momento, están expuestos a los riesgos que genera la conexión. Gutiérrez lo sabe bien. Ellos tienen contacto directo con los preadolescentes que llaman al INCIBE a través del 017, el teléfono gratuito para denunciar información peligrosa en la red, y afirma que cada vez más jóvenes, con ocho años, reciben el primer móvil.

Gutiérrez explica alguno de esos peligros. En primer lugar, la exposición de su información personal y la de sus compañeros. No es hasta los 14 años cuando los menores adquieren el consentimiento sobre sus propios datos, según recoge la Agencia Española de Protección de Datos. Hasta entonces, no se les debería permitir abrir una cuenta en una red social. “Es importante que podamos transmitir la necesidad de respetar esa edad”, advierte Ruiz. “Pero todos sabemos que esto no se cumple”, añade. Por lo tanto, Gutiérrez aconseja acompañarles para que entiendan los riesgos de esa exposición. Algo en lo que también coincide Ruiz, aunque ella incide en que la responsabilidad no debe recaer solo en las familias, sino también en las empresas que fundan estas redes sociales que pueden llegar a ser adictivas porque están jugando con el mecanismo de gratificación que en esta edad se está construyendo.

Otro de los riesgos que conlleva ser dueño de un móvil desde tan joven es los contenidos inapropiados que se puedan consumir: pornografía, delitos de odio, material violento, fake news... Un estudio elaborado por Save the Children en el año 2020 aseguraba que la edad media a la que los menores acceden a material pornográfico en la red son los 12 años. Toda esta información debería caparse a través de aplicaciones de control parental. “Yo prefiero llamarlas de seguridad, porque si las llamamos de control parental se echan para atrás. Pero sí es aconsejable una aplicación de seguridad vinculada al uso que se vaya haciendo del móvil e ir quitando restricciones a medida que demuestren que se sabe usar el dispositivo”, puntualiza Ruiz.

El pishing o el fraude a través de un email es otro de los grandes problemas con el que se encuentran los menores. Sobre todo el relacionado con los temas que les interesan. “Igual que a los adultos nos llegan mensajes de ‘Tienes un paquete para recoger’, los niños y adolescentes tienen ganchos orientados a los videojuegos y caen muchísimo”, confirma Gutiérrez. A esto se le une el robo de cuentas en las plataformas de videojuegos y redes sociales, otro de los riesgos que tiene ser usuario de internet.

El primer móvil

Ana María Fernández es madre de Patricia (nombre ficticio), de 12 años. Viven en Madrid y ellos le han dado el primer móvil a su hija cuando ha pasado al instituto. “Nos hemos visto presionados. No queríamos dárselo tan pronto, pero sus compañeros de clase lo tenían casi desde los 10 años”, cuenta. Ellos han decidido esperar todo lo posible hasta que han visto que no podían más. “Ella no tiene red social excepto WhatsApp, porque incluso los profesores del instituto tiran de ello”, confiesa. Una práctica que corrobora Nerea Marcos, profesora de Lengua y Literatura del IES Rodanas, en Épila (Zaragoza).

“De primero a cuarto de la ESO la norma es no usarlo en clase, pero sí que es verdad que se utiliza para algunos ejercicios, pero avisamos a los padres por el classroom de que lo traigan ese día”, añade Marcos. Explica que muchos alumnos en el primer curso de Secundaria ya tienen smartphone propio, aunque no todos y que, por ejemplo, ella estudia la sintaxis y la lingüística computacional de la Inteligencia Artificial, a través de los asistentes virtuales. “No hay que prohibirlos absolutamente en clase, pero tenerlos sin hacer una actividad lógica es negativo”, incide.

Tal y como recomiendan los expertos, antes de dar el primer móvil a su hija Fernández y su marido hablaron con ella de la responsabilidad que significa tenerlo y del uso que debe hacer de él. Patricia tiene el tiempo limitado para navegar por internet, aunque “no suele agotarlo”, asegura su madre, que también prefiere que intervenga en los grupos con sus compañeros lo justo y necesario. “Vemos unos conflictos y unas faltas de respeto terribles”, confiesa.

En cuanto al tema de revisar el móvil a los menores y de ver lo que escriben y publican en sus redes sociales, los expertos consultados piden no hacerlo porque supone una intromisión en su privacidad que los puede alejar de sus progenitores. Aunque sí recomiendan hacer un seguimiento y un ejercicio importante de dialogar y acordar qué se puede hacer. Gutiérrez, además, sugiere firmar un contrato como el que se puede descargar en la web Internet segura for kids, un portal del Instituto Nacional de Ciberseguridad. Pero Ruiz advierte que ese contrato, sin un trabajo previo de aprendizaje del uso del dispositivo por parte de los padres y del menor, no sirve para nada.

Fernández confiesa que ellos no han firmado ese contrato con su hija, pero que han hablado mucho de los peligros. Un trabajo previo que siguen realizando día a día para que la convivencia con la tecnología sea la más adecuada para todos. “La experiencia tiene que ser positiva, acompañada, orientada y, luego, ir soltando la cuerda”, sintetiza Gutiérrez.

 

Rocío Campos Ramírez
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